NUESTRA HISTORIA

 
  • Un 12 de septiembre de 1966, se logró la gran hazaña de los 72 ceros en aquel ya destruido parque Francisco “El viejo” Orta, una historia pintada por el dramatismo, donde cuatro pitchers sin relevo se enfrentan a ocho selecciones nacionales y ninguno logra anotarle carrera; fue en el campeonato Nacional de Béisbol de primera fuerza donde se marcaron para la historia 72 ceros al hilo.

    Todo comienza casi al terminar el verano de 1966, con la representación de 17 estados de nuestro país, bajo el cielo de Chihuahua, se inicia el campeonato nacional de invitación, la Asociación de Beisbol del Estado de Chihuahua, dirigida por su entonces presidente, el parralense Rogelio Torres Abasta y un excelente grupo de colaboradores que organizan con pasión, al detalle y con todo éxito, una justa deportiva de importancia nacional.

    Son cuatro frentes en un hermoso combate beisbolero; el grupo Juárez tiene a Baja California, Durango, Puebla y Veracruz; en Parral: Distrito Federal, Jalisco, Laguna y Sonora. En Casas Grandes: Aguascalientes, Coahuila, Guanajuato y Nuevo león; el grupo Delicias lo integran Estado de México, Hidalgo, San Luis Potosí, Zacatecas y Chihuahua; así en varios puntos del estado grande se vive la fi esta beisbolera, con las eliminatorias en cada plaza.

    Pero lo máximo estaba por venir, mientras unos equipos quedaban fuera, otros seguían en la pelea; mientras llegaban resultados de Parral, Casas Grandes y Juárez; sin darnos cuenta, en Delicias se cocinaba algo sensacional; terminadas las eliminatorias se concentran ahí los finalistas, todo listo para correr el telón del acto final.

    El alto mando dorado, con Armando Uribe Ortiz como manejador, sus técnicos, Salvador Santana Salvatierra y Mauro Contreras Carrasco, definen el rol de pitcheo para el arranque. Como en la fiesta brava, sale el primero de la tarde: Miguel Antonio Puente a la loma de los disparos; lanza juego de un solo hit, 15 ponches y se alza con el primer gane dorado sobre Zacatecas, siete por cero.

    Enseguida, al pequeño gigante del pitcheo, Juan Palafox, le toca el domingo 4 de septiembre tempranito enfrentar a la escuadra de San Luis Potosí, hasta la séptima entrada duelo cerrado 0 a 0; en las siguientes, la ofensiva sale al rescate con siete carreras; Palafox aguanta toda la ruta, acepta tres hits, con 12 ponchados, para la segunda blanqueada norteña.

    Mismo domingo, más tardecito; la tremenda curva de Rafael "Zurdo" García despacha a la selección de Hidalgo, con un solo hit y trece ponches, 6 a 0 para terminar la jornada fin de semana. Hasta ahí vamos bien: 27 ceros, tres blanqueadas, nada del otro mundo, nada de qué presumir; nada que anunciara la próxima tormenta de emociones.

    Lunes 5 de septiembre, un deportista juarense subía a la loma de pitcheo: Bernardo Moncayo se agenciaba otra victoria para Chihuahua 11-0 contra el Estado de México: 5 hit con 14 ponches.

    Miércoles 7 de septiembre, otra vez Dorados al ataque; otra vez el grandote del sur, Miguel Antonio Puente, para seguir la fiesta beisbolera; sale con buena labor: 10 ponches, sólo cinco hits, nueve por cero, le gana a Coahuila y sigue la marcha de los ceros. Ya son 45 seguidos para los Dorados sin permitir anotación; ya son cinco cierres que llaman la atención de todos.

    Enseguida viene uno de los equipos fuertes del torneo, puede ser la selección de Veracruz la encargada de romper el rosario contra Chihuahua; el conjunto jarocho amenaza y amenaza fuerte; el encanto de los ceros se tambalea, pero Rafael "El Zurdo" García domina bien a la hora oportuna y le gana a Veracruz con apretado marcador de 2 a 0 para conservar el camino de las blanqueadas.

    Los días habían estado ideales para ver y jugar beisbol. Claro, iba a ser un verano inolvidable para la afición de nuestra región y la de todo el estado grande. Aquel domingo 11 de septiembre amaneció más caliente, en todas partes no se hablaba de otra cosa que no fuera la fantástica aventura; de nuevo tocó el turno a Juan Palafox, ahora de dominar a los bateadores de Jalisco; cubre toda la ruta con siete ponches y le gana por marcador final de 3 a 0.

    En base a una auténtica labor de conjunto, un amarre de voluntades y de pasión, orgullo por el uniforme dorado para no permitir carrera en tan largo tramo, necesitaba de una defensiva fuerte y segura, así como de una ofensiva oportuna y duradera para hacer 51 carreras.

    Con siete juegos, siete blanqueadas, con 63 ceros seguidos, la moneda seguía en el aire y la duda persistía, ahora faltaban nueve entradas más para completar la fiesta; quedaban por lo menos 27 bateadores que en cualquier momento la podían votar y acabar con la fantasía dorada. Aquel equipo, estaba tan cerca y tan lejos de lograr una hazaña para la historia, que la espera lo valía: Dorados de Chihuahua tocando la puerta de la gloria deportiva.

    La gente se levantó temprano para hacer fi la y comprar su boleto de 10 o de cinco pesos detrás de la barda; toda la afición quería estar presente, pasara lo que pasara, como testigo de aquel suceso. En punto de las 15:30 horas, el Parque Deportivo Municipal Delicias con su reciente reconstrucción tenía lugar para unas 4 mil 500 personas sentadas; ese día de fiesta el estadio que nos recuerda a la CNI registró la mejor entrada de su historia: 8 mil 500 aficionados; claro, muchos de pie y en fila de a cuatro, detrás de la barda.

    Nunca antes, un grito más alegre de playbol; todo listo, todo dispuesto para el juego de la pelota. La última esperanza de romper el rosario era, ni más ni menos, la selección de Baja California, que en las eliminatorias de Juárez y Parral se ganó el derecho de pelear por el campeonato nacional contra los Dorados.

    Éste fue el octavo y el último juego, el juego que podía ser el de las sorpresas; era el juego decisivo para los dos conjuntos, así que en la misma primera entrada la ofensiva dorada atacaba fuerte y llenaba las bases: paquete de tres carreras al cierre del episodio; "El Zurdo" José Jiménez, abridor por la baja, no puede con la ofensiva y explota en el amanecer del encuentro. Su as de ases viene al relevo: Gabriel de la Torre, que en el nacional de 1965 en Tijuana ponchara 40 Dorados, en juego de 16 entradas, lamentablemente tampoco puede con el fuego dorado, que le hace tres carreras más, le conecta tres hits y sale temprano del partido.

    Aquí todo indicaba que Chihuahua tenía el campeonato en la bolsa; pero eso era lo de menos, el suspenso era quién les anota; sólo faltaban siete entradas en las que una carrera podría hacer polvo el sueño del equipo y su afición; el dramático final llegó en la apertura de la novena, a tres outs de la victoria, a tres outs de ganar ese campeonato nacional, pero lo más emotivo, a tres outs de lograr una hazaña sin precedente en el beisbol mexicano de aficionados. En ese momento Miguel Antonio Puente era el señorón de la lomita; el mismo encargado de abrir en el campeonato tenía la fuerte presión de aguantar las nueve entradas finales y sólo le faltaba el out número 27.

    Con una recta fulminante consigue el tercer out de la entrada y Puente sale con victoria sobre Baja California, 6 a 0; labor de cuatro hits, 10 ponches; así, en forma dramática se corre el telón de aquella puesta en escena por los Dorados de Chihuahua, campeones nacionales de 1966, con su impresionante récord: ocho triunfos seguidos, ocho blanqueadas consecutivas, 72 ceros seguidos, cuatro lanzadores sin relevo.